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Vuelta a clases: cómo incide la calidad del aire y la temperatura del aula en el rendimiento

Entre fines de febrero y principios de marzo, las aulas de todo el país reabrirán sus puertas para dar comienzo a un nuevo ciclo lectivo.

 

Las escuelas y universidades son como un segundo hogar para muchos estudiantes y profesores.  Naturalmente, su bienestar y comodidad en estas instalaciones debe considerarse con la misma minuciosidad que la de los empleados en el lugar de trabajo.

Por eso, en un contexto donde aún transcurre el verano, es fundamental que las aulas cuenten con equipos de ventilación y aire acondicionado para hacer frente a las altas temperaturas y propiciar unas condiciones óptimas de calidad del aire interior (IAQ, por su sigla en inglés) en estos espacios.

De hecho, instituciones especializadas, como la Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado (ASHRAE) y la Agencia de Protección Ambiental (EPA), realizan diferentes recomendaciones en ese sentido.

“A la hora de medir o controlar la calidad del aire interior, hay algunos indicadores clave a tener en cuenta. El más común es la presencia de contaminantes del aire y compuestos orgánicos volátiles (COV). Algunos de estos son sustancias químicas liberadas por los productos de limpieza, los pesticidas y las pinturas, como el formaldehído y el benceno”, explicó el gerente de Marketing de Johnson Controls-Hitachi para Latinoamérica,  Daniel Sandoval.

Otros pueden estar presentes de forma natural en el aire, pero son tóxicos en concentraciones más elevadas, como el dióxido de carbono (CO2).

Las altas concentraciones de CO2 son especialmente frecuentes en las salas de alta ocupación, como suele ser el caso de las aulas. Otros contaminantes son las esporas de moho, que prosperan en entornos húmedos, como los baños y los vestuarios.  

Una buena ventilación

Para mejorar la calidad, es fundamental introducir aire fresco. Esto puede hacerse mediante la ventilación natural o mecánica. Este factor puede medirse a través de la tasa de intercambio de aire (TEA).

“Cuantos más intercambios de aire se realicen por hora, menor será la concentración de contaminantes del aire interior. El exceso de humedad en los edificios también se expulsa a través de la ventilación”, señaló Sandoval.

De hecho, una encuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), realizada en Europa, descubrió que la mayoría de las escuelas tenían aulas congestionadas debido a la mala ventilación, especialmente durante el invierno, como resultado de una calefacción inadecuada.

Por otro lado, un relevamiento, que evaluaba la calidad de IAQ en las escuelas del estado norteamericano de Michigan, descubrió que la ventilación era inadecuada en muchos de los casos, ya que sólo el 27% de las aulas alcanzaban la norma ASHRAE de 3 intercambios de aire por hora.

Del mismo modo, la IAQ y la ventilación también han mostrado cierta relación con los resultados académicos. En un estudio realizado en 100 escuelas primarias de EE.UU., con índices de ventilación más altos, los alumnos obtuvieron mejores resultados, ya que tuvieron una mejor memoria de imágenes y un reconocimiento de palabras más preciso.

“La estrategia de ventilación de un colegio debe tener en cuenta también los factores exteriores, como el clima, la temperatura, el número de polen y la contaminación. De este modo, los entornos escolares pueden beneficiarse de una combinación de ventilación natural y mecánica, recurriendo a esta última cuando la calidad del aire exterior es mala”,  comentó el ejecutivo de Johnson Controls-Hitachi

En ciertas zonas, como las cafeterías escolares, las salas de arte o los baños, necesitan idealmente sistemas especializados de ventilación por extracción. Una ventilación de escape eficaz elimina los contaminantes de la sala aspirándolos y expulsándolos al exterior a través de rejillas.

En las escuelas, la humedad, los humos de la cocina, los materiales de pintura y los detergentes pueden acumularse, por lo que los extractores son necesarios. Sin embargo, los edificios escolares suelen presentar problemas particulares que dificultan la optimización del sistema de calefacción, ventilación y aire acondicionado.

“Muchas veces, las instalaciones educativas públicas se construyen con materiales de construcción más asequibles para reducir los gastos, o son edificios más antiguos. En estos casos, las opciones para una instalación eficaz del sistema HVAC son reducidas, ya que los sistemas de conductos pueden no ser practicables en todos los tipos de edificios, o el espacio para instalar los equipos puede ser limitado”, señaló Sandoval.

En ese sentido, destacó el lanzamiento del primer aire con sistema VRF (Volumen de Refrigerante Variable) del mundo que es modular con descarga horizontal. Se trata del SideSmart™ de Johnson Controls-Hitachi.

“Está especialmente diseñado para ofrecer combinaciones modulares con una eficiencia superior”, resaltó. 

Ni calor ni frío

Determinar la temperatura ideal para un aula no es sencillo, y naturalmente difiere según el país y el clima.

Los efectos sobre la salud de una mala IAQ son bastante notables, pero lo que es igualmente preocupante y menos conocido es que el clima también influye en el rendimiento académico de los estudiantes. El ausentismo escolar es un problema frecuente, que a su vez afecta al progreso de los alumnos y a sus resultados académicos.

De hecho, las enfermedades respiratorias crónicas, como el asma, están directamente relacionadas con la falta de asistencia debido a una mala IAQ, pero una infraestructura y un entorno inadecuados también pueden ser una causa común.

En ese sentido, Sandoval resaltó que se debe apuntar a lograr un mejor confort térmico. “Este concepto se refiere a que la sensación térmica sea la adecuada, ni demasiado fría ni cálida. Según la ASHRAE, las aulas deben tener una temperatura mínima de 22ºC en invierno y de 24ºC en verano, con una humedad relativa del 40% al 60%”.

Los alumnos de las aulas calurosas pueden ser más propensos a mostrar un comportamiento irritable o a influir negativamente en la percepción que tienen los profesores del comportamiento de los alumnos. Las temperaturas extremas también se relacionan con la falta de motivación, dificultando la concentración en las tareas, ya que el cuerpo se esfuerza por adaptarse a la temperatura.

De acuerdo a un estudio de Harvard, por cada aumento de 0,56ºC en la temperatura, disminuye la puntuación del estudiante en las pruebas. En la misma línea, otro estudio realizado en escuelas finlandesas, dio cuenta de que los alumnos que se sentían más cómodos obtuvieron un 4% más de puntuación que sus compañeros.

Más allá de los resultados y casos puntuales, la vuelta a clases pone nuevamente sobre el tapete la importancia de la calidad del aire, el recambio y una temperatura propicia para el confort y mejor rendimiento de los alumnos. 

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